Opatija- Croacia |
Capítulo 1
No es fácil mirar atrás sin
sentir dolor en algún momento, más en mi caso que intento escribir sobre las
dificultades que tuve en el transcurso de mi vida; La eterna lucha por
incorporar las pautas culturales del país en el que nací pero esto
solo ocurría de lunes a viernes en el colegio al que asistía.
En el mundo interno de mi casa
y de la colectividad de croatas, había un mundo educativo paralelo, con Idioma y costumbres diferentes como si
un pedazo de la vieja Europa hubiera sido trasplantada a estas tierras y se
negara a participar de otros modos de vida que en ese momento resultaban
extraños.
Me di cuenta que nosotros, éramos diferentes. Cuando cumplí seis años y
me encontré en un edificio muy
grande, que mamá me explicó que era el colegio al que iría en adelante, una monja, vestida de negro, se
dirigía a mi mamá y otras veces a mí, diciendo
cosas que yo no entendía. porque por esas épocas no sabía hablar ni una palabra
en castellano y solo sentía algo muy desagradable cuando la mujer me tocaba la ropa mientras
hacía muecas con su cara, que eran muy ambiguas, no se bien si le gustaba o no
mi atuendo, pero tenia que
corroborar que mi uniforme tuviera la calidad y la tela que pretendía el
colegio en ese momento; ahora se
que la camisa tenía que ser de pique y el jumper de lana azul, eso me explicó
mi mamá después,pero en ese momento me sentía sorprendida , asustada y curiosa
porque no sabía de que se trataba todo eso, junto a la terrible sensación de
pequeñez , sensación de estar perdida, en
un edificio tan enorme y tan extraño para mi, me parece hoy que sentía que en
cualquier momento iba a desaparecer.
No quería estar allí me daba muchísimo miedo, pero me estaba prohibido
llorar tenía fama de escandalosa en mi familia, porque por ejemplo cuando me
tenían que vacunar en las campañas masivas, que
generalmente eran en la seccional de policía de mi barrio, lugar que le agregaba más miedo al miedo que
ya tenía, yo lloraba de tal forma que contagiaba a los demás chicos, entonces a
mi desgarrador griterío se sumaba el de los otros chicos que hasta ese momento
habían esperado juiciosos parados junto a su madre que el médico les pusiera la
vacuna, a esta altura sentía en mi piel, a través de la mano de mi madre un
apretón de disgusto como haciéndome saber de alguna manera que se avergonzaba
de la hija cobarde que tenia.
Así comencé mi primer día de clase, en silencio expectante, mientras
unas cuantas compañeritas mías lloraban a más no poder, una se hizo pis, yo no
entendía nada, no comprendía que
pasaba, solo me eran conocidas las imágenes que había en el pizarrón, o los
dibujos de cuentos hechos con cartulina por la maestra-monja que me apasionaban y los disfrutaba;
en casa no se contaban esos cuentos, solo anécdotas de la guerra, o historias
que mi mamá vivió de niña en la nieve con sus hermanos.
Así fueron transcurriendo mis días, comencé a sentirme feliz de ir todos
los días a clase y aprender tantas cosas nuevas, pero más feliz me sentía
cuando regresaba a casa y me conectaba con la naturaleza. Teníamos una casa
antigua enclavada en un terreno de casi una manzana, era solitaria porque por
esas épocas no abundaban los
vecinos, había mucho campo alrededor y
se veían a lo lejos, unas pocas
casas.
Aún hoy extraño esa forma de vida tipo fortaleza ya que actualmente habito una casa rodeada de vecinos que me hace sentir hacinada. Me gustaría como antes ir a los
árboles frutales, y recoger
naturalmente los frutos en los durazneros,manzanos, ciruelos, nogales enormes,
higueras…
Recuerdo que en el medio del terreno había
un camino que iba hasta el gallinero, era una parra de la que colgaban racimos
gigantes uvas, y a un costado un horno de pan al que nos trepábamos con mi
hermana Ceca, y del que alcanzábamos ciruelas y las comíamos con fruición o las
cortábamos en pedazos para jugar a hacer comiditas .En otros momentos la
ayudábamos a mi mamá a desmalezar sus sembradíos , pimientos, frutillas,
flores, o ayudábamos a dar de comer a los patos recién nacidos o a las
gallinas.
(continúa)
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